7 de junio de 2010

LA SOLEDAD DEL TORERO


Estás a la sombra en el callejón y hasta tus oidos llega el murmullo del respetable y alguna que otra frase dirigida a ti ("¿cómo será su blog?", "¿será tan bueno como se espera?", "pues no se yo... porque tarde de expectación, tarde de decepción", "algo tendrá que decir ¿no?", "¿quién se cree éste que es?"). Y ahí estás tú: rodeado de gente pero tan solo; sí, tan solo en la incertidumbre de ese ruedo que es la pantalla en blanco. A ratos deseas que el tiempo se detenga y a ratos que todo haya pasado, pero eres consciente de que el ruedo es tu hábitat y que tienes algo dentro de ti que te empuja a salir ahí y dibujar el toreo que concibes y que sólo tú puedes plasmar, tan tuyo, tan íntimo pero a la vez tan universal.


Y suena la música y te ves pisando el albero que te dará la gloria o te llevará al infierno. Tienes en mente lo que vas a hacer, otra cosa es que salga como tú quieres. Esperas gustar y que el aficionado haga suyo ese toreo que sale de tu interior. Pero eso no depende sólo de ti. "Ánimo, maestro", te llega una voz amiga a la que no le pones cara ni nombre pero que agradeces.


Piensas que si la gente está ahí pendiente de tu actuación ya es algo y tienes que hacer todo lo posible por no defraudarles. Y por no defraudarte ni a ti mismo ni a los tuyos, a los que estarán ahí cuando la faena termine sin importar el resultado. No pediré que cada uno de mis pases en este blog se gane vuestros olés o vuestra aprobación, ni espero salir a hombros en "esta tarde"; sólo espero expresar la concepción del toreo que llevo dentro. Esa será mi Puerta Grande.


Pues bien, comienza la faena...


Que Dios reparta suerte.



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